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Como docentes resulta importante observar tus experiencias y compartir los saberes pedagógicos para procurar que estos se trasmitan y perduren a través del tiempo.

 

La narrativa se vuelve una operación fundamental que se genera no sólo para describir acontecimientos, sino porque también toma en cuenta la vida interior de los autores, sus ideas, sus pensamientos y las reflexiones que después adquieren forma de palabras. La estructura del relato resulta de una crítica reflexiva constante sobre el ser y estar siendo, es decir, refleja parte de la identidad y redefine subjetividades.

 

En el caso de la narración de experiencias pedagógicas de los docentes, se sugiere precisar componentes específicos como personajes, nudo, acciones o acontecimientos y resultados o resoluciones (Brunner, 2003 y White en Carey Russel, 2004).

 

Las formas que puede adquirir el relato pueden ser diversas: oral (diálogos, anécdotas), escrita (autobiografías, diarios, cartas), representado dramáticamente, cinematográficamente; sin embargo, el producto final siempre es una narrativa reflexiva, organizada y delimitada en un espacio temporal, que dé cuenta de quién es, qué hace, qué siente y por qué sigue cierto curso de acción y no otro (McEwan y Egan, 1998).

Te invitamos a que reflexiones, si te es posible con otros colegas, sobre la forma en que trabajaste durante la contingencia sanitaria:

 

La experiencia en torno al uso y manejo de herramientas tecnológicas para la realización de tu labor.

 

La relación y formación de redes entre pares (colaboración, organización, comunicación).

 

Los efectos personales o emocionales que surgieron con esta forma de trabajo.

 

Las ventajas y desventajas de esta situación imprevista.

 

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