La Estación parte de dos supuestos: el primero es que tanto el proceso de escribir como el de leer ayudan a ordenar el pensamiento y a transitar por escenarios con imágenes internas y externas, que constituyen la base para recuperar la experiencia; el segundo supuesto consiste en reconocer la capacidad de expresión que todos los seres humanos tenemos para narrar y contar nuestra vida.
Un ejemplo de esta capacidad lo podemos ver en nuestro país con las mujeres y hombres artesanos que, a través de sus tejidos y de sus distintas expresiones culturales, narran la historia de sus ancestros y de su día a día, y lo plasman en hermosos tejidos que podemos disfrutar y admirar. A propósito de esta idea Galeano dice “Quien escribe teje. Al fin y al cabo, ‘texto’ viene del latín ‘textum’, que significa ‘tejido’. Con hilos de palabras vamos diciendo, con hilos de tiempo vamos viviendo: los textos son como nosotros, tejidos que andan.” (2000, seg. 16-48).
La escritura puede convertirse en una extensión de nosotros mismos, de nuestra imaginación, de lo que hemos vivido y lo que experimentamos, o servirnos para materializar nuestros deseos, expresar nuestros miedos, o ser una forma de narrar lo que acontece durante esta contingencia, una oportunidad para exteriorizar lo que tenemos que decir o compartir y que por distintas circunstancias ha permanecido callado. Por ello, es importante manifestarlo a fin de que lo que está dentro de nosotros y que aún no reconocemos con facilidad, salga y se encuentre con lo que se convertirá.
En esta Estación se reflexionará sobre la importancia de la escritura y la lectura como experiencias de vida y como caminos a través de los cuales los docentes pueden compartir sus vivencias, imaginar y construir nuevos sentidos, con la finalidad de repensar su práctica educativa.
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