Los docentes y personal directivo de las escuelas buscan constantemente respuestas a sus inquietudes y a los problemas que enfrentan en su práctica, lo que hace necesario que compartan con sus colegas los aprendizajes y las experiencias en el trabajo del día a día.
En este sentido, Marco Antonio Castellanos comenta en su texto “Las comunidades de práctica, como una estrategia para mejorar la práctica docente”, que, ante la complejidad del trabajo docente, las comunidades de práctica permiten ampliar las posibilidades de aprendizaje, participación y retroalimentación en el contexto escolar. La reflexión con los otros es vital porque la unidad fundamental para el aprendizaje en las organizaciones escolares hoy día no es el individuo sino la colectividad.
Las maestras y maestros, al comentar sus historias personales y sus experiencias sobre lo que hacen, cómo y porqué lo hacen, están conformando una comunidad que comparte propósitos comunes y lenguajes particulares, en la que se dialoga sobre la práctica, se negocian significados, se mejora lo que hace y se construye una identidad propia.
En una comunidad de práctica, los docentes asumen compromisos de trabajo colaborativo, no sólo porque comparten preocupaciones e intereses que son comunes en la tarea educativa, sino también para enriquecer sus conocimientos y saberes docentes, intercambiar experiencias sobre la práctica docente y generar espacios para la formación continua que amplíen sus oportunidades de desarrollo profesional. En una comunidad de práctica, la formación docente se concibe como un proceso continuo y no como un proceso individual, aislado y descontextualizado.
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